lunes, 6 de enero de 2014

Triste cumpleaños

Hoy hace exactamente un año que me quedé en el paro. El 6 de enero de 2013 puse el último punto y final a una de mis informaciones en El Norte de Castilla y los Reyes Magos me trajeron el finiquito. Lo recuerdo como si fuera ayer. Me despedí de mis compañeros, buenos amigos muchos de ellos, y abandoné la redacción triste pero con la cabeza alta, con una sensación de impotencia por dar todo lo que tenía dentro de mí pero no haber conseguido mi meta de firmar un contrato indefinido.

Llevo media vida peleando por conseguir que me paguen por hacer lo que más me gusta, que no es otra cosa que contar historias que interesen a los demás, y después de muchos años de lucha solo lo he conseguido de manera intermitente. Esta profesión lleva en crisis desde antes de que llegara la crisis y quiero pensar que no he alcanzado mi objetivo por factores externos, que nada tienen que ver con mi capacidad. Soy periodista, adoro esta profesión, y si naciera cien veces me partiría el pecho en un centenar de ocasiones por trabajar juntando letras para informar a los demás, pero uno ya se va cansando de perseguir sueños despierto.

Nadie me obligó a elegir esta profesión. Podía haber sido fontanero, electricista o panadero pero tuve la suerte de tener una familia que quiso compartir mi sueño. Mi padre, un obrero de la fábrica de Renault en Valladolid, y mi madre, una cocinera de una residencia universitaria, se quitaron de muchos lujos para pagarme la carrera de periodismo y, con el cinturón bien apretadito, el esfuerzo de ambos sirvió para que yo tuviera la formación que ellos no habían tenido. En mi casa ha costado mucho mi licenciatura, por eso me duele más que mi título sea un cacho de papel enrollado que acumula polvo sobre el armario junto a otras cosas inservibles, como esa cámara de super 8 que nunca se arreglará o aquella vajilla horrible que fue el peor regalo de bodas de mis padres.

He pasado de escribir para el periódico de mayor tirada de Castilla y León a hacerlo para este blog que solo leen mis familiares y amigos. Y aquí, frente a un pedazo de roscón con una vela encima voy a pedir un deseo antes de hinchar mis pulmones. No os voy a decir lo que he pedido porque ya sabéis que los deseos no se cumplen si se dicen, pero creo que sabéis por dónde pueden ir los tiros. Un abrazo y espero que cumpláis esos propósitos de fin de año que os habéis marcado. Yo, por el momento, me voy al gimnasio para bajar el roscón.


MARCO ALONSO / PERIODISTA EN PARO

La vida es sueño

Tengo 32 años, me he tirado el último de ellos buscando trabajo y acabo de escuchar al presidente del Gobierno decir que quedan 4.727.814 sueños por los que va a seguir trabajando con ilusión. Amigo Mariano, supongo que yo soy uno de esos afortunados soñadores por los que vas a seguir trabajando con ilusión y agradezco tu esfuerzo. No obstante, he de decirte que mi sueño, y el de otros muchos, es comer tres veces al día, fundar una familia y vivir debajo de un humilde techo, algo tan imposible de hacer en el paro como trabajando en las precarias condiciones que ofrecen la inmensa mayoría de las empresas en la actualidad. Así que, este pequeño soñador te pide que no intentes acabar con el paro con la receta de la precariedad, porque así no ayudas a cumplir el sueño de cuatro millones y pico de personas, lo único que consigues es cumplir el de cuatro carroñeros que pretenden beneficiarse del desastre en el que se ha convertido este país gracias, como bien dices, a la herencia recibida, pero también a la incapacidad manifiesta del gobierno que presides.

MARCO ALONSO / PERIODISTA EN PARO